és l’endemà de la revetlla.
Els carrers estaven tots amb catifes de fulles,
semblava que era la tardor.
N’hi havia fulles de tot tipus,
de color marró dels plataners, de color groc de les alzines
Poca cosa es podia fer.
Anar a la platja ?
El mar estava embravit, perduda la calma dels petards de la nit,
no convidava a entrar-hi, tampoc a estirar-se damunt la sorra.
Però passejar. Això si que és podia.
Des de la punta de Sant Sebastià,
amb els texans doblegats, a modo de “pirates”
i les avarques a la mà,
mica en mica he fet la volta al mon.
Gent de tots colors i totes les races,
pells fosques de països càlids,
d’altres amb aspecte de país nòrdic;
calçats amb trajes de neoprè i armats amb una taula de surf.
Nens jugant a fer castells de sorra, a saltar les ones.
Uns quants, dormint tan profundament, que serien incapaços
de notar l’aigua de les onades mullant la seva pell
Cabells rosos, panotxes, negres, rinxolats.
Cues llargues, rastes, trenes, cabells rapats.
Prop de la Vila Olímpica, en una terrasseta d’un bar,
un cambrer d’aspecte hindú;
enfundat en una jaqueta blanca impecable,
cordada amb botons argentats,
acabava de fer el punt exòtic de la tarda.
De tornada, per la vora del mar
una cosa platejada m’ha cridat l’atenció.
Era una moneda tota gastada;
la d’anys que estaria allà amagada.
Ara l’onada l’ha arrossegada.
Qui sap si estava en un cofre guardada
a les bodegues d’un vell galió.
dolors
27 juny 2008
la tarde no era buena, el día estaba nublado, ventoso, es el día después de la verbena. Las calles adornadas con alfombras de hojas. Parecía el otoño. Había hojas de todos tipos. De color marrón la de los plataneros, de color amarillo la de las encinas. Poco se podía hacer. Ir a la playa?. El mar estaba embravecido, pérdida la calma del estruendo de los petardos de la noche anterior. No invitaba a entrar, tampoco a tumbarse en la arena. Pero pasear.... Desde la punta de Sant Sebastià, con los tejanos doblados a modo de “piratas” y las abarcas en la mano. Poco a poco he ido dando la vuelta al mundo. Gente de todos los colores y todas las razas, pieles oscuras de países cálidos, otros de aspecto de países nórdicos, calzados con trajes de neopreno y armados con una tabla de surf. Niños jugando con la arena, haciendo castillos, saltando las olas. Otros dormidos tan profundamente, que serian incapaces de notar el agua de las olas mojando su piel. Cabellos rubios, pelirrojos, negros, rizados, colas largas, rastas, trenzas, pelo rapado. En la Vila Olímpica en una terraza de un bar, un camarero de aspecto hindú, enfundado con una chaqueta blanca impecable, con botones de color plata, acababa de dar el punto exótico de la tarde. Ya de vuelta, por la orilla, una cosa plateada me ha llamado la atención. Era una moneda gastada. Cuantos años haría que estaba allá escondida. Arrastrada por las olas. Quién sabe si estaba en un cofre guardada en las bodegas de un viejo galeón.
la tarde no era buena, el día estaba nublado, ventoso, es el día después de la verbena. Las calles adornadas con alfombras de hojas. Parecía el otoño. Había hojas de todos tipos. De color marrón la de los plataneros, de color amarillo la de las encinas. Poco se podía hacer. Ir a la playa?. El mar estaba embravecido, pérdida la calma del estruendo de los petardos de la noche anterior. No invitaba a entrar, tampoco a tumbarse en la arena. Pero pasear.... Desde la punta de Sant Sebastià, con los tejanos doblados a modo de “piratas” y las abarcas en la mano. Poco a poco he ido dando la vuelta al mundo. Gente de todos los colores y todas las razas, pieles oscuras de países cálidos, otros de aspecto de países nórdicos, calzados con trajes de neopreno y armados con una tabla de surf. Niños jugando con la arena, haciendo castillos, saltando las olas. Otros dormidos tan profundamente, que serian incapaces de notar el agua de las olas mojando su piel. Cabellos rubios, pelirrojos, negros, rizados, colas largas, rastas, trenzas, pelo rapado. En la Vila Olímpica en una terraza de un bar, un camarero de aspecto hindú, enfundado con una chaqueta blanca impecable, con botones de color plata, acababa de dar el punto exótico de la tarde. Ya de vuelta, por la orilla, una cosa plateada me ha llamado la atención. Era una moneda gastada. Cuantos años haría que estaba allá escondida. Arrastrada por las olas. Quién sabe si estaba en un cofre guardada en las bodegas de un viejo galeón.